SI SUPIERAS...
Cuántos no hemos pensado que la
oscuridad de la noche y la soledad de nuestra habitación es el mejor aliado
para la meditación, pero olvidamos
muchas veces que ese aliado se convierte en la peor pesadilla cuando uno no la
ha pasado bien últimamente.
Ésta historia es solo para las
personas que se han enamorado a primera vista, o por lo menos en las que creen
en esto, pero que siempre sucede algo inesperado que lo cambia todo.
Cuántos no hemos anhelado de pequeños el príncipe, o
la princesa del cuento de hadas que jamás llegará, cuántos no hemos idealizado
al hombre o la mujer perfecta, pero todo termina cuando… sí, cuando observas a
él, o a ella, caminar tintineante por tu delante, desfilando cual grupo de
estrellas que brillan en tus ojos, cual luna llena que todos anhelan observar
por la ventana; como una luz, como un reflejo de paz, como una picada de
zancudo que hace despertar tus cinco sentidos, alguien que te lo cambia todo, y
tu mundo de pronto, se torna especial.
Ella era una chica peculiar,
despeinada, descuida tal cual una mujer hecha hombre, aparentemente débil, ojos
redondos como la semilla de choloque, negros intensos que denotaban tristeza y
un profundo dolor en el alma. Vivía sola, en el más lejano rincón de la ciudad,
el cuál nadie conocía, ni conoció. Amante del cappuccino, pero no cualquiera,
sino la del café de la esquina, junto al banco, a tres cuadras de la librería
central.
Él, un hombre atractivo, inteligente
tal cuál muchas mujeres desearían, ojos pardos, cara redonda de mejillas
rosadas. Vivía en… nunca se supo de dónde llegó, pero que transformó mi vida, y
transformará sin duda alguna, muchas vidas de las de ustedes.
Él jamás visitó aquel café, hasta
aquel día en el que decidió sentarse por uno muy caliente, justo frente a ella,
robando y capturando totalmente su concentración y sin remedio alguno su mirada;
concentrado aquel caballero, en el silencio de la noche, solo se escuchaba
rechinar una y otra vez el sonido de la cuchara, meneándose tenazmente sobre la
bebida que yacía sobre la mesa de la aún tímida dama. Ella lo observaba, cual
niña observara algún objeto desconocido por primera vez, con ojos de asombro,
admiración, con el brillo que quizá muchos de nosotros no hemos reflejado en
nuestra mirada, él solo bebía su café, hasta que por acto, no sabemos si divino
o casual, cruzaron las miradas, sonrieron, y fue más que suficiente para darse
cuenta ella, que él era la persona ideal.
La reacción abrupta de derramar el
café, a él le causó mucha gracia, de sus rosadas mejillas se desprendió la
mejor sonrisa que para ella nunca había visto antes; sin embargo, el
entrelazado de miradas, duraron segundos, pues el reloj marcaba la hora en la
que él debería partir.
En cuestión de segundos, él
apresuradamente salió de la cafetería, y ella, sin importar cuánto, dejó un
billete sobre la mesa (y bien pudo haberse quedado sin un céntimo, sin embargo
tuvo prioridades), y corrió tras la aventura de su vida, la aventura que jamás
se imaginó, la aventura de vivir la alegría de pocos segundos, pero la tristeza
de posiblemente toda una vida.
Al cruzar la esquina, él se perdió
entre los autos, sin embargo, ella terca aún corrió prudente y tenazmente tras
él; cruzó una, dos, tres cuadras, y ella seguía tras él; dio la vuelta en el
banco entró al lugar menos imaginado para algunos, pero que crea conocimiento e
imaginación para otros.
Ella lo siguió, y algo indecisa en la
puerta, sin saber si arriesgar el todo por un nada y entrar o simplemente huir
despavorida cual gato mostrasen el agua para ducharlo.
Sin pensarlo más veces, arremetió
contra esa puerta, ingresando al mundo de aquel joven que le había robado desde
hace unos minutos atrás, el suspiro, el pensamiento y quizá hasta la razón de
vivir.
Era algo desconocido para alguien a
quien no le gustaba la lectura, estar en una librería y a la vez biblioteca; se
echó a andar y se dirigió a buscar el libro más cercano posible, con la única
esperanza de que al pagar el libro, se cruzaran
nuevamente sus miradas, con el joven que le había quitado el aliento desde ese
entonces. Mientras él envolvía el libro con un forro peculiar, ella se disponía
a sacar el dinero con el que pagaría el objeto que sería la fuente de
acercamiento hacia su entonces inspiración del día.
Ella, llegó a casa algo entusiasmada,
los ojos le brillaban, más de lo que usualmente se le podría observar. Tiró el
libro adquirido por donde pudo, y se dispuso a sonreír tan extravagantemente
que ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que estuvo tan feliz.
Se colocó frente al espejo, observó
su delicado rostro, y se dispuso a planear su siguiente acercamiento hacia él.
Al día siguiente, olvidó por completo
el amor hacia el cappuccino de la esquina de siempre; sus largar y blancas
piernas la condujeron directo hacia aquella librería; abrió la puerta como
siempre y extravagante se dispuso a adquirir un nuevo libro, con la esperanza
de adquirir a la vez el nombre de aquel joven, sin embargo, éste envolvió el
libro, le sonrió, agradeció y fue lo último que supo de ella en el día.
Algo ofuscada, ella pensó que quizá no
era su tipo de chica, sin embargo las ansias por saber algo más de él, la
inclinaron a lo inimaginable. Al día siguiente se recogió el cabello, colocó un adorno poco extravagante sobre éste,
lució ropa más femenina, una falda corta que le llegaba a las rodillas, el
perfume que no estrenaba desde ya muchos años, el rojo vivo que colocó sobre
sus labios, y salió en búsqueda de nuevos resultados. El intercambio de miradas
fue más intensa y repetitiva, pues el tiempo que estuvo dentro de aquel lugar
era considerable; el número de sonrisas aumentó, eso ya era un gran avance, sin
embargo lo mismo ocurrió los seis días siguientes, comprar un libro, él lo
forraba con aquel color extraño que solía utilizar, pero ella sin obtener mayor
beneficio, el beneficio de llamarlo por su nombre.
Llegó a su habitación, dejó los
libros comprados dónde siempre los colocaba, y preocupada por la sensación que
la empañaba, a la mañana siguiente se arregló como nunca lo hizo, tomó una, dos,
tres tragos de agua, se echó nuevamente perfume, pintó sus labios rojos
brillantes, su mejor vestido, la flor en el cabello, y decidida en tomar la
iniciativa de averiguar su nombre e invitarle un café, salió en su búsqueda, ya
que tantas sonrisas y miradas pícaras, no podrían haber sido vanas.
Cogió el bus, cruzó las tres calles
que daban del cafetín a la librería – biblioteca, y al entrar notó la ausencia
del joven, sin embargo su labor no terminaba ahí.
Era una mañana algo silenciosa, nunca
antes hubo tan poca gente en aquel lugar, era extraño, era la primera vez en
más de una semana en la que no lo encontró ahí, tras el pupitre morado,
atendiendo y agradeciendo a cuanto comprador y lector se le acercara.
Ella, se dirigió a preguntar por él,
dispuesta a buscarlo en dónde se encontrara, pero grande y triste fue la
sorpresa al escuchar de la dueña de negocio, las palabras que jamás nadie en su
vida quisiera ni siquiera entonarlas.
-
“Él, murió ayer, tras
un accidente en su moto; un carro lo envistió, la muerte fue inmediata, no hubo
nada que hacer; él, era una gran chico, no merecía morir así”.
Nunca se observaron unos ojos tan
grandes por la sorpresa, como los de ella, ni unos ojos tan temblorosos como
los que presenciaron aquellos que estuvieron ahí, junto a ella, al recibir la
noticia. Salió, corrió, lloró, tomó su cappuccino, en la esquina de siempre,
recordando vagamente como lo conoció; llegó a su habitación, cogió el primer
libro que le compró, con la idea de recordar cómo y cuándo nació la aventura de
un amor a primera vista, rompió el forro, abrió la primera página y calló un
papel sobre sus pies, en la que decía: “Hola, tienes una hermosa sonrisa”.
Notó ella que era él, quien le
escribió esa nota, con el mismo interés que quizá ella también le tomó a él, se
dirigió a abrir el siguiente libro, y encontró una nota más; “ Hola, ¿otra vez
por aquí? Me alegra volver a verte”.
Uno tras otro desenvolvió los libros
y encontró en los 6 días siguientes, frases distintas dedicadas a ella:
-
“ Hola, éste es tu tercer día por aquí, merezco saber tu
nombre no lo crees”
-
“ Noto que me has estado siguiendo, y me agrada tu presencia”
-
“ Vale, no me tengas con ésta intriga, debes decirme tu
nombre”
-
“Quizá no sea de tu agrado, ¿es por eso que no me has dado tu
nombre aún?”
-
“Hoy te has vestido como nunca, tienes una hermosa sonrisa,
¿lo sabes?”
-
“Me he enamorado de tu presencia, no soporta más esta
intriga, necesito saber más de ti ahora, te quiero”
Ella, lloró desconsoladamente, pues
su muerte le trajo un vacío interior inmenso, pero descubrir que pudo haber
tenido una oportunidad junto a él, y cambiarle su destino, fue mortal para su
existencia.
Éste relato quizá no tuvo impacto en
algunos lectores, sin embargo, en los que descubrieron su mensaje, espero tomen
cartas en el asunto y nunca esperen la iniciativa de alguien más, cuando bien
puede ser uno mismo, quien tome las riendas e inicie la aventura de sus vidas,
la aventura que los puede conducir a la felicidad eterna.
Espero haya sido de su agrado. #SilviaQuerida<3