domingo, 6 de abril de 2014

SI SUPIERAS, #SilviaQuerida

SI SUPIERAS...
Cuántos no hemos pensado que la oscuridad de la noche y la soledad de nuestra habitación es el mejor aliado para la meditación,  pero olvidamos muchas veces que ese aliado se convierte en la peor pesadilla cuando uno no la ha pasado bien últimamente.
Ésta historia es solo para las personas que se han enamorado a primera vista, o por lo menos en las que creen en esto, pero que siempre sucede algo inesperado que lo cambia todo.
Cuántos  no hemos anhelado de pequeños el príncipe, o la princesa del cuento de hadas que jamás llegará, cuántos no hemos idealizado al hombre o la mujer perfecta, pero todo termina cuando… sí, cuando observas a él, o a ella, caminar tintineante por tu delante, desfilando cual grupo de estrellas que brillan en tus ojos, cual luna llena que todos anhelan observar por la ventana; como una luz, como un reflejo de paz, como una picada de zancudo que hace despertar tus cinco sentidos, alguien que te lo cambia todo, y tu mundo de pronto, se torna especial.
Ella era una chica peculiar, despeinada, descuida tal cual una mujer hecha hombre, aparentemente débil, ojos redondos como la semilla de choloque, negros intensos que denotaban tristeza y un profundo dolor en el alma. Vivía sola, en el más lejano rincón de la ciudad, el cuál nadie conocía, ni conoció. Amante del cappuccino, pero no cualquiera, sino la del café de la esquina, junto al banco, a tres cuadras de la librería central.
Él, un hombre atractivo, inteligente tal cuál muchas mujeres desearían, ojos pardos, cara redonda de mejillas rosadas. Vivía en… nunca se supo de dónde llegó, pero que transformó mi vida, y transformará sin duda alguna, muchas vidas de las de ustedes.
Él jamás visitó aquel café, hasta aquel día en el que decidió sentarse por uno muy caliente, justo frente a ella, robando y capturando totalmente su concentración y sin remedio alguno su mirada; concentrado aquel caballero, en el silencio de la noche, solo se escuchaba rechinar una y otra vez el sonido de la cuchara, meneándose tenazmente sobre la bebida que yacía sobre la mesa de la aún tímida dama. Ella lo observaba, cual niña observara algún objeto desconocido por primera vez, con ojos de asombro, admiración, con el brillo que quizá muchos de nosotros no hemos reflejado en nuestra mirada, él solo bebía su café, hasta que por acto, no sabemos si divino o casual, cruzaron las miradas, sonrieron, y fue más que suficiente para darse cuenta ella, que él era la persona ideal.
La reacción abrupta de derramar el café, a él le causó mucha gracia, de sus rosadas mejillas se desprendió la mejor sonrisa que para ella nunca había visto antes; sin embargo, el entrelazado de miradas, duraron segundos, pues el reloj marcaba la hora en la que él debería partir.
En cuestión de segundos, él apresuradamente salió de la cafetería, y ella, sin importar cuánto, dejó un billete sobre la mesa (y bien pudo haberse quedado sin un céntimo, sin embargo tuvo prioridades), y corrió tras la aventura de su vida, la aventura que jamás se imaginó, la aventura de vivir la alegría de pocos segundos, pero la tristeza de posiblemente toda una vida.
Al cruzar la esquina, él se perdió entre los autos, sin embargo, ella terca aún corrió prudente y tenazmente tras él; cruzó una, dos, tres cuadras, y ella seguía tras él; dio la vuelta en el banco entró al lugar menos imaginado para algunos, pero que crea conocimiento e imaginación para otros.
Ella lo siguió, y algo indecisa en la puerta, sin saber si arriesgar el todo por un nada y entrar o simplemente huir despavorida cual gato mostrasen el agua para ducharlo.
Sin pensarlo más veces, arremetió contra esa puerta, ingresando al mundo de aquel joven que le había robado desde hace unos minutos atrás, el suspiro, el pensamiento y quizá hasta la razón de vivir.
Era algo desconocido para alguien a quien no le gustaba la lectura, estar en una librería y a la vez biblioteca; se echó a andar y se dirigió a buscar el libro más cercano posible, con la única esperanza de que al pagar el libro,  se cruzaran nuevamente sus miradas, con el joven que le había quitado el aliento desde ese entonces. Mientras él envolvía el libro con un forro peculiar, ella se disponía a sacar el dinero con el que pagaría el objeto que sería la fuente de acercamiento hacia su entonces inspiración del día.

Ella, llegó a casa algo entusiasmada, los ojos le brillaban, más de lo que usualmente se le podría observar. Tiró el libro adquirido por donde pudo, y se dispuso a sonreír tan extravagantemente que ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que estuvo tan feliz.
Se colocó frente al espejo, observó su delicado rostro, y se dispuso a planear su siguiente acercamiento hacia él.
Al día siguiente, olvidó por completo el amor hacia el cappuccino de la esquina de siempre; sus largar y blancas piernas la condujeron directo hacia aquella librería; abrió la puerta como siempre y extravagante se dispuso a adquirir un nuevo libro, con la esperanza de adquirir a la vez el nombre de aquel joven, sin embargo, éste envolvió el libro, le sonrió, agradeció y fue lo último que supo de ella en el día.
Algo ofuscada, ella pensó que quizá no era su tipo de chica, sin embargo las ansias por saber algo más de él, la inclinaron a lo inimaginable. Al día siguiente se recogió el cabello,  colocó un adorno poco extravagante sobre éste, lució ropa más femenina, una falda corta que le llegaba a las rodillas, el perfume que no estrenaba desde ya muchos años, el rojo vivo que colocó sobre sus labios, y salió en búsqueda de nuevos resultados. El intercambio de miradas fue más intensa y repetitiva, pues el tiempo que estuvo dentro de aquel lugar era considerable; el número de sonrisas aumentó, eso ya era un gran avance, sin embargo lo mismo ocurrió los seis días siguientes, comprar un libro, él lo forraba con aquel color extraño que solía utilizar, pero ella sin obtener mayor beneficio, el beneficio de llamarlo por su nombre.
Llegó a su habitación, dejó los libros comprados dónde siempre los colocaba, y preocupada por la sensación que la empañaba, a la mañana siguiente se arregló como nunca lo hizo, tomó una, dos, tres tragos de agua, se echó nuevamente perfume, pintó sus labios rojos brillantes, su mejor vestido, la flor en el cabello, y decidida en tomar la iniciativa de averiguar su nombre e invitarle un café, salió en su búsqueda, ya que tantas sonrisas y miradas pícaras, no podrían haber sido vanas.
Cogió el bus, cruzó las tres calles que daban del cafetín a la librería – biblioteca, y al entrar notó la ausencia del joven, sin embargo su labor no terminaba ahí.
Era una mañana algo silenciosa, nunca antes hubo tan poca gente en aquel lugar, era extraño, era la primera vez en más de una semana en la que no lo encontró ahí, tras el pupitre morado, atendiendo y agradeciendo a cuanto comprador y lector se le acercara.
Ella, se dirigió a preguntar por él, dispuesta a buscarlo en dónde se encontrara, pero grande y triste fue la sorpresa al escuchar de la dueña de negocio, las palabras que jamás nadie en su vida quisiera ni siquiera entonarlas.
-           “Él, murió ayer, tras un accidente en su moto; un carro lo envistió, la muerte fue inmediata, no hubo nada que hacer; él, era una gran chico, no merecía morir así”.
Nunca se observaron unos ojos tan grandes por la sorpresa, como los de ella, ni unos ojos tan temblorosos como los que presenciaron aquellos que estuvieron ahí, junto a ella, al recibir la noticia. Salió, corrió, lloró, tomó su cappuccino, en la esquina de siempre, recordando vagamente como lo conoció; llegó a su habitación, cogió el primer libro que le compró, con la idea de recordar cómo y cuándo nació la aventura de un amor a primera vista, rompió el forro, abrió la primera página y calló un papel sobre sus pies, en la que decía: “Hola, tienes una hermosa sonrisa”.
Notó ella que era él, quien le escribió esa nota, con el mismo interés que quizá ella también le tomó a él, se dirigió a abrir el siguiente libro, y encontró una nota más; “ Hola, ¿otra vez por aquí? Me alegra volver a verte”.
Uno tras otro desenvolvió los libros y encontró en los 6 días siguientes, frases distintas dedicadas a ella:
-   “ Hola, éste es tu tercer día por aquí, merezco saber tu nombre no lo crees”
-   “ Noto que me has estado siguiendo, y me agrada tu presencia”
-   “ Vale, no me tengas con ésta intriga, debes decirme tu nombre”
-   “Quizá no sea de tu agrado, ¿es por eso que no me has dado tu nombre aún?”
-   “Hoy te has vestido como nunca, tienes una hermosa sonrisa, ¿lo sabes?”
-   “Me he enamorado de tu presencia, no soporta más esta intriga, necesito saber más de ti ahora, te quiero”
Ella, lloró desconsoladamente, pues su muerte le trajo un vacío interior inmenso, pero descubrir que pudo haber tenido una oportunidad junto a él, y cambiarle su destino, fue mortal para su existencia.

Éste relato quizá no tuvo impacto en algunos lectores, sin embargo, en los que descubrieron su mensaje, espero tomen cartas en el asunto y nunca esperen la iniciativa de alguien más, cuando bien puede ser uno mismo, quien tome las riendas e inicie la aventura de sus vidas, la aventura que los puede conducir a la felicidad eterna.
Espero haya sido de su agrado. #SilviaQuerida<3

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