jueves, 3 de abril de 2014

La Ciudad De La Furia


Después de un breve almuerzo; me dirijo al centro sur, me aventuro dentro del conurbano de la ciudad de Lima; Miraflores, distrito que ocupa el segundo puesto en desarrollo humano de los distritos del Perú. ¿Qué tal descentralización, no? Tengo los oídos irritados, pero el alma viva; pues los auriculares, o headphones como hablan en la tierra del Tío Sam; conducen elementos del mito de Icaro cuando se escucha, “con la luz del sol, se derriten mis alas”; una de las letras más duras, más oscuras, góticas  y profundas de Soda Stereo. "En la ciudad de la furia", se apodera de mis sentidos.
He llegado a uno de los lugares más céntricos de Miraflores; la calle Alcanfores. Entre rascacielos y rascacielos; se me atravesó un automóvil de llantas gastadas y lunas polarizadas. El policía de la esquina ignora, que casi he sido accidentado. En otra esquina, mientras espero a Anita; al lado de una colorida discoteca, la llamada burguesía no respeta reglas, la fiesta recién empieza. Mientras avanzo por una de las vías más seguras, la avenida Larco; al observar los grandes edificios, me imagino, me figuro al capo del narcotráfico coordinando los envíos de droga a EE.UU y Europa; a un empresario constructor pagando cupos a las mafias sindicales. Hoy en día no solo en lima, sino en todo el Perú el crimen organizado es dirigido por las grandes lumpenburguesías, las elites gordas llenas de  yankees verdes.
Anita; es una prima hermana, muy agraciada e intelectual. Anita me llevara al distrito de Ventanilla; al Callao; el llauca, uno de los lugares más peligrosos, pues informaciones periodísticas, comunican, que ahí la violencia asesina tiene nombre y apellido; la visita de mi tía se tendrá que hacer de todas formas hoy día.
La avenida Larco se caracteriza por tener un diseño muy estrecho; infectando al tráfico de informalidad; que deriva en una jungla de cemento. Las librerías están abiertas a todo tipo de público, acá no se acepta ningún tipo de discriminación. Sin embargo los precios no son compatibles a mi bolsillo, las cartas de Jonh lennon no compiten con mi demacrado poder adquisitivo; el diario de Greg es muy cómico, pues se ha reído de mi tarjetero; será mejor conseguir libros piratas. ¡Que caro están los libros¡ ¡Que caro esta la cultura¡ .Son la 6 de la tarde de un día de miércoles; hora punta en lima; me dirijo por la transitada avenida Javier Prado, a bordo de un taxi; pues Anita, me esperara en el Puericultorio Pérez Aranibar; para posteriormente llevarme al rico llauca. Miles de trabajadores intentan llegar a sus casas; amontonados en los buses, que simulan ser transporte público; pues miran al usuario como una mercancía metálica. Al volante esta un sujeto; al que reconozco como un chofer irresponsable, acaba subir la velocidad. Mi destino es quedarme en la intersección de las avenidas el Ejército y Salaverry, donde mi contacto me espera. Para evitar dormir en los brazos de Morfeo; quiero empezar una conversación, pregunto al chofer; ¿cómo es el Callao?
Ahí vas a encontrar de todo, comida; salsodromos; mujeres; muchachos chéveres, que te hacen cualquier chambita. Toma su gaseosa, por momentos sonríe, y no despega la mirada del parabrisas. Mientras avanzamos por Javier prado oeste, la congestión vehicular es caótica; la irresponsabilidad al volante nuevamente en acción. El intrépido chofer acelera intempestivamente. Iremos por la avenida Brasil, nunca saldremos si seguimos por esta vía, explica. Acabo de recibir una llamada, es Anita; temerosamente me dice que no podrá esperarme donde  acordamos. Su papá ha sufrido un accidente, requiere una operación urgente; no me especifica los causas de lo ocurrido, solo dice que me necesita, que me espera en la avenida  Néstor Gambetta.  Mientras avanzamos por la perla, el chofer hace una serie de llamadas desde su celular. “Oye, ya estás en el estacionamiento?.  No te preocupes, huevón, todo saldrá perfecto, dice. Empiezo a sentir desconfianza, los nervios aparecen lentamente. Damos vueltas por los jirones Grau y Bolognesi. En cada esquina hay grupos de muchachos con torsos desnudos y cicatrizados, que me miran inquietamente. El chofer se detiene peligrosamente; reconoce a un sujeto con casaca negra, de rostro avejentado parado en la vereda. El sujeto sube rápidamente al taxi. Con un nudo en la garganta, y sin poder decir alguna palabra; el extraño da unas indicaciones al conductor; hasta que finalmente farfulla: “acá es huevon”. Estoy a punto de ser víctima del crimen organizado.
El taxi se detiene frente a una casa de tres pisos, con una fachada sucia color verde. Las ventanas empapadas de tierra; y cerca a la puerta de madera, un carro de los ochenta aparcado. El sujeto baja; de pronto se acerca hacia mi ventana; me mira fijamente, saca un revolver calibre 36, de su pantalón y apunta a mi cabeza. El desconocido entra en la casa; el taxista acelera nuevamente. Inesperadamente; el chofer se cubre parte del rostro con una pañoleta roja y confiesa orgulloso y desafiante; que es el actual jefe de una banda criminal que asesinan y asaltan, no solo en el Callao, sino donde el dinero mande.
“Espero que de tu boca, nada de lo ocurrido hables; pues estas marcado, así que cuida tu miserable vida".  ”Uno no mata todos los días; cuando te mandan a sepultar a alguien es cada cierto tiempo; a veces la calle pinta; depende de hacer un buen trabajo y tener contactos en las cárceles”. “A veces no hay mucha chamba; por eso tienes que hacer cualquier cachuelo, dice entre risas. ”Estuve en la cárcel dos veces,  conozco al muchacho que subió a mi taxi desde que era niño, cuando jugaba pelota y se perfeccionaba en la técnica de la navaja”. “Está que cambia de zona, pues acaba de realizar un trabajito, no puede arriesgarse por la policía”.
¿Cuánto cuesta la vida de una persona en Lima?, esa fue una de las pregunta más estúpidas que había hecho; mi vida estaba en riesgo. “Me has caído súper bien; no te voy a hacer nada; tienes pinta de provincia, que quiere salir adelante; todo depende de quién sea; si tiene seguridad; si es empresario; si es un dirigente de construcción civil o es un atrasador. Lo máximo que me pagaron por matar a alguien fue 6 mil soles. El dato me lo dieron de la cárcel; se trataba de un empresario minero. Recibí una llamada y me decían que el sujeto ya había salido de un restaurante fino. Llegue en una moto y le metí dos plomazos; en la cabeza y el estómago”; cuenta fríamente, sin alejar las manos del timón.
El escalofriante relato de este delincuente, disfrazado de taxista; me hace recordar la triste vida de un amigo del barrio;  cuando el talento es tirado al excrementicio más profundo. Luis, no tenía hermanos; ni padre; tenía ocho años y una gran habilidad con los acordes en la guitarra, hacia los mejores solos;  simplemente era mi Jimmy Page. En mi barrio de Pamplona; se dice que Luis no sale a ejecutar un crimen si no llevaba puesto un chaleco antibalas y los guantes quirúrgicos. Cada vez que su pareja le reclama que deje de hacer lo que hace, él la calla poniéndole dinero en sus manos. Forma parte de una banda de sicarios, cuando no hay a quien matar se dedica a asaltar bancos, restaurantes, etc. El dinero se lo reparten entre los que participan en el asunto; lo que sale más ahora es matar a gente que se pelea por las obras, a dirigentes de construcción civil, se los sacan de encima rápido y en cualquier distrito.
Llegamos a la avenida gambeta, el chofer del rostro encubierto me amenaza nuevamente y me pide todo mi dinero. Mis headphones ya no me pertenecen. De manera grotesca, grita que baje rápidamente; que camine sin detenerme y mire a cualquier parte, menos al automóvil. Siguiendo órdenes mal habidas, mi cuerpo temeroso y frío; camina sin mirar atrás. Esta tarde dos sicarios han interrumpido su agenda criminal; el jefe para escabullirse de taxista y su discípulo para escapar al crimen.
He tenido que andar 10 cuadras de la Néstor Gambetta, sin recaer; Anita no está en ningún paradero. Mis oídos se atolondran por el bullicio de  ambulancias; carros y motos policías. El hacinamiento de personas en uno de los paraderos de la avenida, capta en seguida mi atención. Al acercarme al lugar del accidente o crimen; el número de personas no permite informarme sobre lo que ha sucedido, quiero saber lo que está ocurriendo y un policía me lo impide. “se trata de una chica, una pantaleónica pupila del prostíbulo copa cabana, la ajustaron por querer cambiar de chamba; comentan dos jóvenes, seguro clientes asiduos al negocio carnal. “En una moto iban dos sujetos; uno de ellos saco un revolver de su pantalón y disparo 4 veces sin compasión sobre la joven, murmullan dos señoras. La sensación más triste, deplorable y nerviosa que jamás había tenido; no se compadece de un alma que se empieza a desmoronar ante lo que parece ya evidente. Solo tenía que empujar un poco a toda esa gente aglutinada; para darme cuenta de que Ana, estaba hermosa como siempre, la chica del rostro cándido, que jugaba conmigo; estaba envuelta en un charco de sangre.

En el entorno se escucha el ruido de los motores vehiculares. Sin una despedida cortes, quiero empezar a caminar y olvidar todo; por ahora el destino de furia es lo que en mi cara persiste. Son las 10 de la noche y las buses que atraviesan el callao siguen igual de atestados.

Shary.

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